¿Podemos dar una interpretación a nuestros dolores y malestares?
En los últimos años se han
publicado infinidad de libros que hablan de la interpretación de nuestros
dolores (somatizaciones). (Les recomiendo personalmente el de Jacques Martel con edición original en francés pero disponible igualmente en español). En mi parecer y según mi experiencia, es cierto que
muchas veces existe una importante relación entre la enfermedad y/o malestar y el
tipo de sentimientos o problemas que experimenta la persona. Sucede muy a menudo
y en particular con los dolores de espalda, los problemas hormonales, los desequilibrios
en el sistema reproductor o las molestias estomacales…, que tienen muchas
veces un mismo origen en personas diferentes.
[1] Dr. Nathalie Rapoport – Hubscheman – Apprivoiser l´esprit, guérir le corps. 2012
[1] El psicólogo de la Universidad de Yale, Bruce McEwen, “Rikefeller University”
¿Casualidad? No lo creo, pienso
que efectivamente cierto tipo de emociones desencadenan más o menos las mismas respuestas en el cuerpo, que a la larga pueden
llegar a ocasionar desequilibrios similares en personas distintas.
Sin embrago, también creo
que todos somos diferentes y que tenemos cada uno nuestra manera propia e
individual de vivir, interpretar, asimilar, sentir y responder ante nuestras experiencias. Por ejemplo, algunos pueden mostrar y sentir ira, para ocultar una profunda tristeza, otros será para ocultar la impotencia ante un acontecimiento y otro tal vez se ocultará tras
una máscara disuadiendo cualquier duda sobre su estado emocional y finalmente estará el que muestre ira cuando simplemente está molesto… Cada quién tiene sus razones de sentir sus emociones y las experimenta
y manifiesta de forma única y personal, según sus patrones y estructuras mentales.
Por lo tanto, los malestares
se pueden interpretar de una forma general, pero en ningún caso serán una norma
estricta y precisa aplicable a todos por igual. Pueden servirnos muchas veces de
orientación y darnos pistas sobre lo que nos puede estar ocurriendo, pero como reflexólogos
no dejaremos de tomar en cuenta los demás aspectos del individuo (aplicación de los cuatro pilares de la salud) igualmente importantes.
Daré un ejemplo bastante
común: Muchas personas sufren de dolores en la espalda. Los dolores de espalda
pueden efectivamente expresar el tipo de pensamientos y de emociones presentes en nosotros.
Por ejemplo los dolores en la zona cervical, somatológicamente hablando, se
asocian a menudo con preocupaciones, problemas o acciones intelectuales [1], que no podemos llevar a cabo. La persistencia de
los dolores en la zona lumbar, se asocian con
problemas psicosociales como la depresión, el pesimismo… y las emociones
derivadas a inconformidades del entorno social, tales como la introversión
excesiva, la discordia con los
familiares o compañeros de trabajo, la insatisfacción o la falta de motivación
a la hora de ir a trabajar[2].
Definitivamente es cierto
que un gran número de personas que acuden a la consulta por dolores en la zona lumbar, viven su cotidiano con
mucho miedo al futuro (el miedo que por cierto incide sobre los riñones, que a su vez se reflejan en la zona lumbar), inseguridad y con la sensación permanente de
que el dinero va a dejar de fluir. En estos tiempos lamentablemente es una
dolencia muy recurrente.
Si buscamos datos más oficiales, al margen de mi experiencia y mis fichas profesionales, conseguiremos un sin fin de libros, investigaciones, evidencias y datos científicamente demostrables, de las cuales nombraré unas pocas, de mis tantas horas de lectura e investigación personal:
La
Organización Mundial de Salud (O.M.S) concluye que el 80% de los canceres
podrían ser influenciados por factores externos como el estilo de vida y el
entorno[1]. Hoy por hoy el cáncer se
asocia a pensamientos negativos, pesimistas y despreciativos para uno mismo y para los demás[2] [3].
Igualmente se ha demostrado que los aspectos psicológicos y el estrés comprometen seriamente las funciones inmunológicas, hasta el punto
de acelerar la metástasis y propiciar la proliferación de ciertas enfermedades [1] como las de origen viral,
la diabetes, los problemas gastrointestinales, las enfermedades pulmonares, el
asma, los problemas de colon, los desequilibrios de fertilidad, en ciertos
problemas dermatológicos como la psoriasis, en estados inflamatorios crónicos [2] o incluso influir en la “neuroplasticidad”
y en los neurotransmisores, por lo tanto en la memoria, en la concentración y
en nuestra capacidad a adaptarnos y pensar. El estrés reduce considerablemente
el número de nuestras neuronas y contribuye a la deficiencia cognitiva
(conocimiento).
En 1990 se realizó un
estudio a nivel internacional donde participaron simultáneamente todos los
continentes, con el fin de identificar los factores responsables de los
problemas cardiovasculares. Este estudio se realizó sobre 10.000 personas que
acababan de sufrir un infarto y determinaron en primer lugar, que la genética
no marcaba irremediablemente las posibilidades de padecer infartos
“hereditarios”, sino que podían variar según nuestra forma de vida. Y en segundo lugar, se convencieron de que el estrés
y los factores psicosociales son, sin ambigüedad, uno de los nueve factores de
riesgo de infartos del miocardio. Siendo los demás, el tabaco, la diabetes, la
hipertensión (también producida en ocasiones por el modo de vida y el estrés),
la obesidad abdominal, la alimentación, la falta de ejercicio y el alcohol [1].
En España, las enfermedades cardiovasculares, siguen siendo en 2008, la principal causa de muerte[2]. Así que vale la pena reflexionar sobre este tema.
En España, las enfermedades cardiovasculares, siguen siendo en 2008, la principal causa de muerte[2]. Así que vale la pena reflexionar sobre este tema.
© Caroline Benkö
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[1] Dr. Nathalie Rapoport – Hubscheman – Apprivoiser l´esprit, guérir le corps. 2012
[2]
Fuente: Organización Mundial de la salud - 2008
[1] El psicólogo de la Universidad de Yale, Bruce McEwen, “Rikefeller University”
[2] Dr. Nathalie Rapoport – Hubscheman –
Apprivoiser l´esprit, guérir le corps. 2012
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